Biblioteca mínima de l’escrache

Fa poc més de dos mesos del meu primer post sobre l’escrache, però vista la velocitat dels esdeveniments, queda molt molt lluny. Jo vaig sentir-ne a parlar per primer cop el passat estiu. Qui en parlava era l’Ada Colau. Quan la PAH va anunciar la campanya d’escrache als diputats que no votessin a favor de la ILP, la paraula es va fer tendència i des de llavors s’ha escrit molt (potser massa) sobre el tema. Per actualitzar la qüestió, llanço alguns apunts per una biblioteca mínima de l’escrache. Caldrà, sense cap mena de dubte, seguir ampliant-la, amb calma i perspectiva. Si trobeu a faltar alguna cosa que trobeu important, no dubteu en dir-ho.

Novembre de 2008. Escraches: justicia popular y construcción de la ciudadanía en Argentina”. Una de les meves primeres lectures sobre el tema és l’article que va escriure Jordi Mir per Viento Sur.

Lo que lleva al escrache es la inexistencia de justicia. La justicia que es lenta no es justicia. La justicia que establece diferencias entre ciudadanos de una clase u otra no es justicia. No hay justicia, ni condena, pero puede haber justicia popular y condena social. Ante las leyes de obediencia debida y punto final, la justicia nace desde abajo e intenta que el conjunto de la sociedad la asuma como propia.

16/02/2011. Escrache: memoria en acción. HIJOS, els “inventors” de l’escrache en parlen l’any 2011 per criticar els titulars de premsa que segueixen criminalitzant aquesta pràctica.

El escrache nunca fue violento o buscó la justicia por mano propia: todo lo contrario. Nuestro objetivo fue buscar siempre la condena social: que ese personaje que vivía en el olvido, sea repudiado, condenado socialmente por sus vecinos. Que su casa sea su cárcel. Y eso, de a poco, lo fuimos logrando.

13/02/2013. ‘Escraches’, los señalamientos públicos que surgieron en Argentina en los 90. El periodista argentí Luis Ini escriu a La Marea sobre la campanya que preveia la PAH, l’origen de l’escrache i algunes recuperacions posteriors.

El escrache ha resurgido en varias ocasiones en el ámbito político argentino, especialmente en 2001, cuando estalló la crisis bancaria con sus corralitos (otro término propio de la crisis del país sudamericano que aparece de vez en cuando de manera amenazante en el horizonte español), saqueos y demás lindezas. Aquel momento aciago quedó sintetizado en la exclamación “¡Que se vayan todos!”, en referencia a los políticos de cualquier cuño, vistos como responsables de la situación. Esto devino en escraches tales como los sucedidos en aviones, cuando una mayoría de pasajeros amenazaba con abandonar la aeronave si no lo hacía algún representante de la clase política descubierto entre el pasaje. Incluso llegó a haber persecuciones callejeras de ex ministros de Economía.

15/02/2013. En una entrevista a l’Ada Colau li pregunto pel tema (aquí el fragment referent a l’escrache). N’ha parlat a molts llocs, però com que la seva presència als mitjans ha crescut tant que ja no l’he pogut seguir, recorro a la que tinc més a mà.

Estem parlant d’una dictadura financera, perquè ara mateix totes les nostres polítiques socials i drets fonamentals estan compromesos per les entremaliadures d’aquesta classe financera, així que, si bé en un context diferent, hi ha una similitud profunda, amb una situació d’injustícia generalitzada, de vulneració de drets fonamentals en què els responsables no només no han de respondre pels seus crims sinó que a més són premiats per la gestió pública. Davant d’això, no hi ha justícia i cal que la ciutadania s’organitzi per fer-la.

24/03/2013. Hay gente a la que le gustaría sufrir un escrache. Antonio Orejudo considera que estar exposat a l’escrache és l’altra cara de la moneda dels privilegis que comporta l’acta de diputat, que no deixa de ser una opció personal del que l’accepta.

Nadie me obliga a aceptar un puesto en las listas. Puedo quedarme en mi casa, estudiar unas oposiciones para auxiliar administrativo o dedicarme al tráfico de estupefacientes. Si me meto a representante de los ciudadanos —esa condición que a menudo se invoca como patente de corso— tengo que saber que mi trabajo consiste en tomar decisiones que afectan a la gente. Y que la gente afectada se puede molestar.

25/03/2013. El escrache es ilegal, violento y yo no querría sufrirlo, vale, ¿y qué? El títol de l’article d’Isaac Rosa resumeix tot el seu contingut. Mentre el debat mediàtic se centra en la forma de la protesta, considera que s’hi està dedicant massa energia.

En realidad los activistas, los desahuciados y quienes luchan con ellos, no tienen este tipo de dudas: ellos siempre han contestado “¿y qué?” Aunque a veces entren al trapo, no pierden mucho tiempo en discutir con quienes siempre llevan las de ganar pues juegan con cartas marcadas. Simplemente actúan.

26/03/2013. Gran lucidesa és la que mostra Guillermo Zapata al seu Elogio del Escrache, partint dels incòmodes sopars de Papandreu, remarca el caràcter empoderador d’aquestes accions.

Un escrache es una acción en el que las personas afectadas se organizan, se visibilizan y se sienten arropadas y acompañadas por otras personas. Los escraches son también la expresión de un afecto, de un grupo que se cuida y se acompaña. Son un mecanismo contra la individualidad. Es decir, son un mecanismo contra la desesperación. Son nuestro ir a Papandreu y echarle del restaurante. Pero además lo es sostenido por un espacio político organizado. No son un grito, una persecución o una torta en medio de la calle fruto de la rabia. Al contrario, gobiernan la rabia y la convierten en potencia.

27/03/2013. ¿Existe el derecho al escrache?. És una pregunta pròpia de juristes les que es fan Gerardo Pisarello i Jaume Asens a El Diagonal, en un article a on comparen l’escrache argentí i el de la PAH i parlen de llibertat d’expressió, legalitat i legitimitat.

La ONU y el Tribunal europeo de derechos humanos se han cansado de repetir que la libertad de expresión y de manifestación no se limita a proteger la crítica educada o la que no molesta, sino sobre todo la que puede “ofender, resultar ingrata o perturbar”. Enviar correos electrónicos a un cargo electo, abuchearlo, tocar el timbre de su casa para entregarle una carta o gritarle consignas hirientes, pero con fines políticos, puede sin dudas causar molestias. Pero forma parte de las cargas que ha de aceptar en un régimen que se pretenda democrático.

27/03/2013. Una de les victòries de la PAH ha estat fer que una lluita invisible passi a estar dia rere dia en totes les portades. El Periódico ha acabat per sumar-se de ple a la campanya contra els desnonaments, però en els seus editorials s’oposa a l’escrache. Un exemple és El ‘escrache’, un camino arriesgado.

Un movimiento como la PAH ha significado no solo una valiosísima ayuda concreta para los damnificados por las hipotecas sino una saludable muestra de que la ciudadanía no ha perdido la capacidad de unirse en defensa de sus intereses. Pero todo este capital acumulado está siendo puesto en riesgo por la propia plataforma con la campaña de escraches ante domicilios de parlamentarios del PP para que en la nueva ley hipotecaria se acepte la dación en pago.

28/03/2013.  Des de la dreta, veiem com La Vanguardia es posiciona de la mateixa manera que El Periódico amb un editorial com Sobre el escrache.

La actividad política está siempre sujeta al escrutinio ciudadano y a la eventual crítica. Así debe ser. Pero no todo vale, ni cualquier fin justifica cualquier medio. Los representantes públicos pueden ser aplaudidos o abucheados en los lugares donde desarrollan su labor. No deben sufrir escarnio en su domicilio. Sin embargo, también deben medir sus palabras. Bien está que lamenten el acoso, pero declaraciones como las de la delegada del Gobierno en Madrid, que intentó desacreditar a las PAH sugiriendo que apoyan al entorno etarra, son intolerables tratándose de un movimiento ciudadano que intenta atenuar el drama de los desahucios.

01/04/2013. Ada y la terrible banda del escrache. La periodista Lali Sandiumenge contrarresta l’atac mediàtic a Ada Colau acompanyant-la durant dos dies i recorda que no només és l’Ada, sinó moltes persones que es mobilitzen pels seus drets i que tenen el suport del carrer.

La temible banda del escrache son sólo padres y muchas madres de familia, abuelos y chiquillos y unos cuantos jóvenes que les dan apoyo. Vi mucha solidaridad, lágrimas y emociones, salpicadas con algo de esperanza y algunas risas. Estaba Ada Colau, que no daba abasto con tanto abrazo y tanta llamada de periodista (querían saber su reacción a las enmiendas presentadas ese día por el PP a la ILP hipotecaria que firmaron 1,5 millones de personas), pero también estaban Olga y sus dos niñas, que se han quedado sin techo y una deuda abultada para toda la vida.

08/04/2013. Mengua el fuerte apoyo inicial a los escraches, según Metroscopia. Una enquesta del diari El País aporta dades sobre el suport social a l’escrache, que, a pesar del titular, és molt elevat, fins i tot entre els votants del PP.

Los escraches o protestas ciudadanas en los domicilios de los políticos tienen mala prensa y son descalificados con gruesas palabras por los principales partidos, pero mantienen un notable nivel de apoyo entre los ciudadanos. Hasta un 78% de los españoles está de acuerdo con la campaña impulsada por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, según un sondeo de Metroscopia para EL PAÍS.

10/04/2013. El País no sorprèn i la seva postura està exactament amb la mateixa línia que El PeriódicoLa Vanguardia. El titular de l’editorial és, però, més contundent: En las casas, no.

Los escraches amenazan con instalarse en España como un instrumento político más: es hora de decir que ese método es inaceptable. La protesta en ningún caso debe llevarse al ámbito privado, porque los electores no eligen a los familiares ni a los vecinos de los políticos y no se puede implicar a terceros en formas de presión que conlleven gritos, abucheos, escarnios o un afán de señalamiento público.

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